Tierra de frontera, tierra de guerras. De Ucrania hasta Utiel

“El problema de Rusia es que no sabe dónde empieza y dónde termina”

Con esta frase, el primer presidente de la República Checa, Václav Havel, definió muy acertadamente la razón de ser de la política exterior de Rusia, indistintamente fuera gobernada por los zares, los soviéticos o Vladímir Putin. La actual invasión de Ucrania desde una perspectiva histórica se trata de otro conflicto de los confines rusos. Una lucha por definir unas fronteras sin límites geográficos precisos entre los distintos poderes políticos de Europa Central y una Rusia que tan solo sabe defenderse atacando.

Ucrania simplemente es un peón dentro de una partida de ajedrez geopolítica mucho más ambiciosa. Justamente esta es una gran lección que la historia nos ofrece sobre este y otras guerras de límites. Las fronteras entre dos poderes políticos generaran conflictos, siendo las víctimas los habitantes de los confines. Irónicamente, las culturas híbridas de frontera, que deberían ser el ejemplo a seguir por la convivencia entre vecinos con matices culturales distintos, son las que sufren las consecuencias de la intolerancia y las luchas de poder e influencia.

Justamente esta misma dinámica, que ahora sufre Ucrania, ha sido uno de los elementos claves que han definido la historia, cultura e identidad en la comarca. El conflicto ha sido la base sobre la cual las villas castellanas de Utiel y Requena definieron sus alfoces, ante la oposición de las poblaciones vecinas o entre ellas mismas. No obstante, más allá del conflicto local, queremos recordar los grandes conflictos que marcaron este territorio de frontera

El nacimiento de las entidades modernas de Requena y Utiel en el siglo XIII, con sus leyes e instituciones propias, son en sí el fruto de un conflicto de confines entre Al-Ándalus y la Cristiandad Hispánica. Tras la imposición de esta última, las disputas seguirán entre los dos grandes reinos cristianos: Castilla y Aragón. Cada una reclamaría sus propios límites geográficos como barrera con su rival, los aragoneses decían que la frontera era el río Cabriel, mientras los castellanos apostaron con éxito durante siglos por el Puerto de las Cabrillas y la Sierra de Utiel. Parcamente entre los siglos XIII y XV, cualquier disputa regia desataba una guerra total entre ambos reinos, que afectaba de pleno a las villas de fronteras resguardadas por los fuertes muros de sus defensas.

En 1469, la unión dinástica de Castilla y Aragón a través de los monarcas (Isabel I y Fernando II los Reyes Católicos) supuso de facto que la hasta entonces frontera exterior entre dos estados soberanos se transformara en una frontera interior. Durante los siglos XVI y XVI, la guerra fue sustituida por las actividades comerciales y el tránsito por el Puerto Seco de Requena. Aunque la violencia en la disputa política aun estaría presente en un uso local. Así lo refleja los “Sucesos del Negrete” y el ataque fallido a la villa amurallada de Utiel por el ejército señorial del Vizconde de Chelva, un anacrónico caso de violencia feudal en 1564.

Con la Guerra de Sucesión Española, el conflicto de frontera se desató con toda su virulencia. Los lealistas castellanos a Felipe V de Utiel y Requena sufrirían la ira de sus vecinos valencianos fieles al bando austracista, con saqueos en 1706 tan terribles como el que sufriría Xàtiva en 1707. Y aunque, a medida que el Estado Liberal se iba consolidando las fronteras interiores, en cierto modo las Guerras Carlistas podían considerarse un conflicto de confines, en el límite entre el mundo rural y urbano.

En la actualidad las guerras en esta tierra de frontera parecen lejanas, aunque Ucrania nos deja ver que no estamos vacunadas a ellas. Sin embargo, el conflicto aún sigue presente, y lo podemos ver en la pelea cultural por cuestionar la valencianidad o castellanidad de esta zona. Una discusión que proviene más bien de fuera, pues las gentes de aquí disfrutamos de una identidad propia de frontera, un hibrido de lo mejor de ambos lados de la raya.