Arquitectura brutalista: el Mercado Municipal de Utiel

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Mercado


El “Brutalismo” o “arquitectura brutalista” es un estilo arquitectónico que surgió dentro de la corriente del racionalismo o Movimiento Moderno. En la segunda mitad del siglo XX, en España con especial auge durante el “Desarrollismo franquista”, este movimiento proliferó con una estética marcadamente diferenciada por su uso visual del hormigón. El término “brutalismo” deriva, de hecho, por usar hormigón crudo o en bruto (en francés béton brut) en sus acabados finales. Aunque este aglomerante constructivo puede compartir su presencia con otros materiales, como ladrillos, cristal, acero o piedra. 


La idea de los arquitectos que han abrazado esta estética brutalista era expresar en sus obras los materiales usados en bruto. Sin duda muy marcados por el descubrimiento de los acabados originales que tenían los edificios clásicos de Grecia y Roma. Lo cual dejaba al descubierto que su posterior interpretación de estos edificios artísticos desde el Renacimiento había replicado los materiales de construcción usados en la Edad Antigua, pero no los acabados finales y que por lo tanto había sido incompleta la interpretación arquitectónica. Un error que asumían y aceptaban completamente imitándolo mediante la muestra de los nuevos materiales de construcción usados tras la Revolución Industrial.  


Los diseños de estos edificios están formados normalmente por geometrías angulares repetitivas que incluso busca conservar las texturas de los moldes con que se han dado forma al hormigón. En esa línea encontramos la Iglesia de Wotruba (1976) de Viena, o la Biblioteca Nacional de Argentina (1992), en Buenos Aires. Pero existen obras con una geometría curva, que trasmite un esfuerzo estético al salir de lo establecido para trabajar el hormigón, como la Basílica Altagracia de Higüey (1971), en República Dominicana, o el Monumento Buzludja (1981) en Bulgaria. En Valencia destacan el Edificio Espai Verd de Antonio Cortés Ferrando (1991), la Universidad Laboral en Cheste de Fernando Moreno Barberá (1969), el Instituto Sorolla de José Ramón Azpiazu (1967), la Gasolinera El Rebollet en Oliva de Juan de Haro Piñar o (1962) el Mercat de Russafa de Julio Bellot Senent (1962).


En Utiel y su comarca el brutalismo pasó de largo, existiendo pocos ejemplos de esta corriente. Sin embargo, la población alberga un edificio que simboliza a la perfección este estilo: el Mercado Municipal de Utiel (1987) de Eduardo Meri Llovet.

La construcción de un edificio cubierto que sirviera como mercado público era una necesidad qué rondaba desde hacía mucho tiempo. Ya en 1928, el gobierno local durante el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera encargó un proyecto de mercado al arquitecto Joaquín Rieta Sister. Este sería un bello y monumental diseño modernista que pretendía ocupar buena parte del espacio al aire libre del que disponía la Plaza Mayor del Ayuntamiento. Sin embargo, no sería hasta la década de 1980 cuando se planteó con éxito la elaboración de un mercado municipal de nueva planta en el ensanche urbano que se había realizado sobre las huertas históricas de la familia Forn, lindando con el río Magro y la calle Héroes del Tollo.


De este modo, el 21 de enero de 1987 se inauguró el nuevo mercado Municipal de Utiel en el centro del ensanche urbano que daría origen al Barrio del Mercado. Un proyecto encargado a Eduardo Meri Llovet, quién era arquitecto municipal del Ayuntamiento de Utiel desde el año 1980, con plaza de funcionario desde 1987 que mantendría hasta su excedencia en 2001. Una personalidad que diseñaría los grandes proyectos urbanos de finales del siglo XX, como el Pabellón Cubierto, el Instituto Miguel Ballesteros Viana, la ampliación del Paseo de la Alameda en la orilla sur del río Magro o la nueva Mesilla a la Virgen (un peculiar caso de escultura en estilo brutalista, que apenas tiene ejemplos en el resto del Mundo).


El diseño de Eduardo Meri para el mercado municipal dispone de una gran planta rectangular que ocupa toda la manzana. El resultado es un gran espacio diáfano en cuyo interior se dispone los distintos puestos para su actividad como mercado. Esta estructura principal tiene una cubierta a cuatro aguas con doble altura dividida en dos tramos para permitir la ventilación e iluminación en la gran sala interior, sostenido por un forjado de acero colado. Mirando a las calles aledañas, el edificio es de ladrillo de caravista. Aunque sin duda, el elemento más singular es su claustro abovedado perimetral que rodea toda la estructura salvo en su lado sur, dónde se encuentra los muelles de carga y descarga. El claustro es una estructura de hormigón visible con unas bóvedas de cañón también realizadas en hormigón mediante un arco de medio punto corrido que parte desde de los pilares y que se apoyan en la nave central del mercado. Una estructura que permitía cubrir los puestos del mercado ambulante de los miércoles, con una estética puramente brutalista y un interesante uso de la línea curva con este material, muy difícil de encontrar.


El Mercado Municipal de Utiel no tiene vocación de presumir o de engalanar la ciudad, sino de resolver su función de manera práctica. Eso es la arquitectura brutalita, y por esa razón transmite sensaciones inherentes a su uso sistemático del hormigón u otros materiales sin ningún recubrimiento. Un planteamiento frío e incluso antiestético más propio de un futuro distópico post-apocalíptica. Lo cual no nos tiene que sorprender, pues su apogeo se enmarca dentro de la Guerra Fría, dónde existió un miedo real por la extinción de la humanidad a causa de una guerra nuclear. Sin embargo, estas cualidades han marcado su escasa popularidad entre la sociedad.


En definida, el Mercado Municipal de Utiel es la mayor referencia de estilo arquitectónico brutalista en la comarca, y uno de los casos menos conocidos de Valencia. Esperamos con estas líneas haber trasmitido mejor el valor arquitectónico y patrimonial de un edifico esencial para la ciudad.  

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