​Mi botellón

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EDITORIAL


A estas alturas uno ya no sabe en qué ola pandémica estamos, si es la quinta, la última o si todavía no hemos salido de la cuarta.

Calmados, anestesiados… corre el tiempo y poco a poco retomamos la normalidad, esa tan deseada por la mayoría, y es que estamos muy cerca de cumplir los dos años de virus.


El verano tocando fin, ese verano que se esperaba un poco más alegre, del cual ya hablamos en estas editoriales, playa, piscina, montaña y dependiendo de tu ubicación, quizás algún festejo relacionado a las tan deseadas fiestas de los pueblos.


Fiestas de los pueblos o pueblos en fiestas, anhelo de los que están todo el año viviendo en él y mucho más de los que pasan esos días descanso, volviendo al cobijo de lo de siempre, con la intención de ver a viejos amigos, de bailar en una verbena  o algo mucho más sencillo, como puede ser cenar en la plaza con los vecinos, mientras corretean los niños y suena música de fondo.

Cosas de pueblos, esencia indiscutible del retorno a las raíces. Compartir al fin y al cabo.


Pues nada, que en nuestra comarca hemos tenido de todo, los que se acercan más a la normalidad y los que son más cautos.

En cualquier caso, hay una fiesta paralela, de la cual los menos culpables son los participantes, me refiero al botellón, que no es una botella grande, si no el término que describe la costumbre aparecida en España hace ya años, de reunirse en la vía pública para “socializar” y consumir bebidas alcohólicas.


Se sigue haciendo la vista gorda, se sigue permitiendo, todos conocemos los lugares en los que se hace y el gran número de personas que se unen allí.

Insisto, los menos responsables los que acuden, sí el resto que miramos a otro lado, sin olvidar a los que no permiten que se amplíen horarios de locales o se reabra de una vez el ocio nocturno. Sería mucho mejor tener controlado esto, con las medidas establecidas y en beneficio de todos.


Asoma así la hipocresía de todos los que sabemos que sucede, como en tantas cosas giramos la mirada, damnificados a montones, hay que ser conscientes que muchos autónomos del sector del ocio, siguen sin trabajar o lo que es igual  sin ingresar un céntimo, mientras la administración dice que se vigile el botellón, que se incrementan las sanciones, pero mientras , ellos mismos que saben perfectamente lo que ocurre, intensifican labores de limpieza para que la siguiente noche,  el lugar esté perfecto para una segunda ronda.


Pues lo dicho, así no, soluciones reales y de una vez por todas, que salgan nuestros jóvenes y que trabajen los autónomos, control y diversión es posible.


Lo que no es posible es seguir así, tal vez como llega el otoño crean que se suavizará el asunto y de nuevo a  mirar para otro lado.

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