Mis padres toman la Comunión

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A pesar de que llevamos más de un año metidos en esta pandemia que nos tiene más que agotados a todos, la vida sigue, eso sí gotita a gotita.


Nos encontramos en los meses “tradicionales” de comuniones, primeras comuniones, mejor dicho .


Primera Comunión celebración del Sacramento de la Iglesia Católica en el que un fiel, participa por primera vez de la Eucaristía recibiendo la comunión, un acto importantísimo para los católicos que no se puede recibir sin haber sido bautizado.


Bien a partir de aquí, la comunión se ha convertido en un fiestón en toda regla, que acompañado de los tiempos que corren, es la oportunidad perfecta para juntar a buena parte de la familia y bailar. En este sentido, el de la pandemia, casi casi totalmente comprensible. Pero hoy dirijo las letras a la desvirtuación del Sacramento, a lo poco que los niños conocen lo que significa y a lo mucho que a los padres les gusta todo lo que rodea al acontecimiento.


Antes de seguir, matizaré que no se puede meter a todos en el mismo saco, que cada uno, que cada padre y madre, sabe perfectamente en el grupo que se encuentra, así que hecha la aclaración seguiré contando lo que me ha traído hasta las líneas de hoy.


Derroche de vestidos de madres con pamela, tocado, taconazos aunque anden dobladas, galería de modelos y ellas lo saben, padres a conjunto, desfile al más puro estilo Cibeles por la calle principal del pueblo.

Los niños y niñas con sus vestidos impecables guapísimos, pero cediendo protagonismo al resto de familia, que no se recibe al Señor por primera vez todos los días.


Mega restaurante mega banquete, mesa de chuches, libro de firmas y cuidado ahora hay hoja de huellas dactilares, propongo para años venideros que todos los invitados dejen una muestra para obtener su ADN, que familia no hay más que una.


Merece mención especial el fotógrafo, con sesión de interior de exterior y en el espacio sideral si es necesario. Regalos para los invitados, para los niños, tarta de cuatro pisos y...cientos de cosas más, todas ellas muy loables y que además mueven economía que buena falta hace, ¡sería la leche si no se olvidase que es la Primera Comunión! que en muchas ocasiones se le resta toda la importancia al hecho en si, para decorarlo con guirnaldas multicolor y fuegos artificiales que relevan la atención de lo que acontece.


Cuando un servidor tomó la Comunión, me dejaron un traje de marinero de mi primo, que me hizo muy feliz porque adoraba a mi primo el mayor, mi abuela me colgó una cruz al cuello de oro , yo sabía que había costado 12.000 pesetas, la guardo con inmenso cariño, mi madre llevaba su vestido de bodas, bautizos y comuniones con un estampado floral que se notaba perfectamente que era repetido y mi padre su único traje, comimos en el garaje de mi casa, todos mis tíos y primos unos 20 en total y en el bar nos hicieron una paella gigante ,cuando llegaron con ella todos aplaudimos, compartíamos estar todos. 

Mi regalo estrella un balón de reglamento. Eran otros tiempos.


Esa mañana mientras mi madre me ataba los zapatos me dijo “hoy recibes al Señor”, ella era y es muy católica, yo ahora no lo soy, eso sí recuerdo mi Primera Comunión por varias cosas,  pero sobre todo porque ese día, ya lo dijo mi madre, recibía al Señor rodeado de los míos.

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