Los “Cafetines de la Alameda”, un ocio tradicional de Utiel con nombre propio

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4. Cafetu00edn El Delirio


Hace unos días se convocó la ocupación de terrazas con mobiliario de bar para la Alameda, recuperando muy acertadamente el nombre de “Cafetines de la Alameda”. Anterior a este acontecimiento algunos ya habíamos manifestado la importancia de potenciar dicha denominación, pues aunque la sociedad local actual lo había prácticamente olvidado, definía a la perfección un símbolo de nuestra identidad y forma de ser. Nos referimos a la muy viva pero desvalorizada “cultura utielana del café y cafetín”.


Según la RAE, el término “cafetín” actúa como sinónimo del establecimiento llamado “café”, donde se vende y toma café u otras consumiciones. Sin embargo, en el habla popular de esta ciudad ambos conceptos evolucionaron para definir no solamente un tipo de comercio hostelero, sino también un tipo de cultura de ocio asociada al esplendor de la Edad Dorada Utielana (1840-1952). Un servidor ya ha investigado y profundizado en los “Café utielanos”: su prolífico número a lo largo del siglo XIX y XX, de su impacto en la sociedad burguesa que se fraguo con la expansión vinícola, su papel protagonista en la vida social, política y lúdica de la localidad o el caso concreto de uno de sus mayores exponentes, como es el Café-Salón Pérez. Para aquellos interesados en saber más, recomiendo la lectura de los artículos dedicados al tema en los Utielanías n. 27 y 28.


El “cafetín” utielano en concreto alude a un local o parte del mismo que se encuentra al aire libre y satisface la misma finalidad que un café en espacios cerrados. Es decir, era un lugar pensado para la tertulia y el esparcimiento con amigos, familiares o forasteros mientras se tomaba café, vermú, resolí, coñac o gaseosa, junto a sus aperitivos (helados, mantecados, panecillos de boquerones o anchoas, caracoles, tortas magras, etc.). Podemos distinguir tres tipos según su ubicación. En primer lugar, el “cafetín de la Estación” dentro del nudo ferroviario con vigencia entre 1885 y 1947, cuando fue sustituido por el edificio del bar-restaurante actual. Este local tenía una pequeña construcción a mano derecha del edificio de pasajeros aun conservada desde donde servían las mesas en el arcén, pudiendo tomar algo los pasajeros que esperaban el tren, así como comprar prensa o libros en su librería. En segundo lugar, encontramos los “cafetines de calle”, que es el nombre que recibían las terrazas de los establecimientos del centro de la ciudad.


Por último, debemos hablar de los más singulares, los “cafetines de La Fuente” o de la Alameda, que se colocaban en Paseo de la Alameda, por esa época también conocido como “La Fuente” en alusión al manantial que existía junto al río Magro. Debemos de tener en cuenta que el ocio durante la Edad Dorada tenía una marcada división espacio-temporal, siendo la Alameda el protagonista de las reuniones sociales de jóvenes y mayores desde las fiestas de San Juan hasta el final de la Feria de Septiembre.


A mediados del siglo XX, llegaron a existir cuatro “cafetienes de la Fuente” repartidos en el tramo final de la Alameda, cuando esta terminaba a orillas del río. Sobresalía “El Delirio”, cuya fotografía podemos ver, y otros establecimientos regentados por Alfredo Soda, Rafael Terrén, Fausto García o Gerardo Latorre, que también eran propietarios de cafés en el centro de la ciudad. Casetas provisionales de madera con una estructura entoldada y piso de madera limitados por los monumentales plataneros, cerrados por vallados de listones de madera pintada. Además, los cafetines ofrecían otros entretenimientos para las “noches a la fresca”, como bailes amenizados por la banda de música desde la Tómbola o sesiones de cine.


Aunque ya son pocos los que usan los términos “cafés” y “cafetines”, utilizando desacertadas terminologías como chiringuito o terraza, esta forma de ocio disfruta de gran vitalidad en Utiel. Una muestra de nuestra identidad poco valorada, pero de un enorme potencial. El atractivo de tomarnos algo entre amigos en los actuales “cafetines” de la Alameda (Camarote, Bobal, etc.) es para sentirnos orgullosos y venderlo como un atractivo más para los turistas en los meses de primavera-verano. Además, no serían pocas las razones para declararlo “bien de interés cultural inmaterial”, pues no debemos olvidar que así ocurre con otras instituciones similares, pero de mayor reconocimiento, como los “cafés vieneses” señalados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En definitiva, la “cultura utielana del café y el cafetín” es una tradición de gran arraigo y trayectoria histórica, digna de redescubrir, valorar y presumir con su auténtico nombre.

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