Caprichos del tiempo, relojes parados hace meses, otros que marcan horas rápidas, que hacen que tras un año más que atípico, nos alcance el invierno y con el la Navidad.
Tiempo de alegría para unos, de melancolía para otros, de vacaciones para muchos y de familia para todos. Navidades marcadas por la pandemia, palabra que hace un año escuchábamos con distracción y asombro y que ahora azota sin remedio cada rincón del mundo.
Parados ante la impotencia de no poder compartir o de respirar por no hacerlo. Pensando en la fortuna de estar todos, aunque no sea juntos, en la pena de aquellos que perdieron a un ser querido en los últimos meses. Luto y alegría, desasosiego y esperanza, aquí está la Navidad que nos enfrenta a la responsabilidad, a la vez que nos lleva al deseo de rodear una mesa con la familia, una copa con los amigos o un café con los vecinos.
Las cifras marcan el compás de espera, los medios nos piden responsabilidad, los dirigentes nos cambian normas nadando en las dudas de crisis sanitaria, económica y opiniones públicas . Nosotros anestesiados por 10 meses convulsos en los que hemos sido culpables, héroes intachables o majaderos, cada cual que elija su etiqueta.
Pero ahora que llegó la Navidad solo hay una, la cordura, porque si alguien estuvo, ha estado y estará a la altura de éste vaivén de locura, fueron la mayoría de ciudadanos . En Navidad responsabilidad y un unánime aplauso para los que siempre sin mentiras cumplieron, ese porcentaje prácticamente rotundo de ciudadanos. Feliz Navidad.
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