El virus nocturno

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Algo falló,  algo falló cuando la generación que todos aplaudimos en la primera ola de este virus, es ahora la generación que tenemos que desalojar de casas, pisos o chalets por convocar fiestas y botellones nocturnos.

Quizás el no haber cerrado todas sus alternativas de ocio, hubiera evitado estas acciones. Pero se hicieron estrictas diferencias,  que siguen sin medicarse tras ocho meses de pandemia. 

No fue lógico que la normativa permitiera, a los padres un número elevado tomar café o una cerveza en un bar, pero no a sus hijos de 18 y 20 años tomar un refresco o unas copas en pubs y discotecas.

Parece ser que no confiamos en esa generación que dio el do de pecho hace unos meses, se les cerraron los locales a los que podían acudir y quizás, ahí estuvo el gran error. Tras tantas regulaciones, tantos cambios de horario, normativas que se han ido acomodando, seguimos olvidando, no solo a los trabajadores del sector que llevan más de 8 meses sin trabajar, sino también esa alternativa real para evitar las concentraciones descontroladas de jóvenes

Regulación y orden, esos locales podrían o digamos ...deberían haber estado abiertos, la solución hubiera estado en el control, como en tantos otros sectores.

Mirar a otro lado, mientras cada vez más los jóvenes se reúnen de forma clandestina superando los aforos no es la solución, esa generación son capaces de volver a ser aplaudidos, tan solo hay que ofrecerles las herramientas oportunas.

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